Habia una vez un monstruo de alquitrán. Vivía en los pantanos del sur donde la vegetación es tan espesa que rara vez llega algo de la luz del sol. Vivía en continua oscuridad y eso estaba bien. Allí era indistinguible, vivía como uno más, pues nadie se daba cuenta de lo que era; pero aun así.. ¿cómo podía ser feliz siendo lo que era.. un monstruo de alquitrán? pues aun si todos ignoraban y nadie podía verlo, él si y sabia que era y lo que tenía dentro.
Cierta vez salió del pantano, pero fuera era de noche por lo tanto no encontraba gran diferencia, todo era oscuro como él. Fue entonces cuando la vio.. cantando en medio de la pradera había una princesa de blanco vestido. Cantaba y reía. Su melodía hacía palidecer los demás ruidos de la noche. El monstruo la admiró profundamente, ella, con su vestido blando brillaba aun en la noche, por eso podía verse tan claramente. El monstruo nunca había sentido esa admiración por nada anterior. No sabía muy bien que hacer. Por eso solo atinó a quedarse allí, entre las sombras, viendola.. escuchándola. Una verdadera Flor. Una parte de él deseo acercarsele y decirle algo, pero lo pospuso embelezado como estaba por su voz, diciendo que ya habría tiempo.
Sin embargo las horas fueron pasando y el monstruo se extraño de cómo empezaba todo a iluminarse palidamente.. pues para él era algo nuevo también. Huyó hacia su hogar. Pero al amanecer.. la princesa vio claramente las manchas de alquitrán que venían del bosque y hacia él volvían. Sonrió muy en silencio.
El monstruo no se había adentrado mucho en el pantano.. se había quedado en la parte más fronteriza, espiando eso nuevo.. el Día. Todo estaba iluminado y parecía que hasta el suelo mismo danzaba frente a él... para él. El monstruo tuvo dos reacciones bien diferenciadas, una parte de él amo el día donde todo era tan brillante... y la otra lo odió porque se dio cuenta de una cosa.. todas las cosas a la luz del día cobraban nuevos matices insospechados en las penumbras de la noche, pero él no. Él aun desde su escondite pudo comprobar que seguía tan negro como la tinta. Se sintió avergonzado. Deseó no haber conocido el día, pues todo lo maravilloso de él denunciaba al mismo tiempo lo horroroso de su naturaleza. De su verguenza nació rencor.. ¿por qué el no podía tener colores?
Odió el sol. Odió el día. Pasó mucho tiempo oculto entre las sombras y ya no volvió a hablar con nadie. Cada día que pasaba sólo quería volver a escucharla, volver a ver su vestido resplandecer como magia en medio de la oscuridad. Pero era inconcebible. El concepto de inconcebible fue volviendose más irrelevante y llegó un momento en que no aguantó más. Corrió y corrió. Llegó una vez más afuera. Era de noche una vez más. Una vez más la princesa bailaba y cantaba. Él la observó desde el mismo lugar esta vez corroido por la sensación de que estaba haciendo algo indebido. Sólo por un instante. Un instante de oro. El instante para el que había nacido.. la mirada de la princesa por azar se cruzó con la suya.. para luego seguir de largo. Era imposible que pudiera divisarlo en medio de la noche. Cuando la oscuridad comenzó a menguar el monstruo se alejó otra vez, con el corazón oprimido, la garganta cerrada y derramando lagrimas negras.
Se escondió una vez más en la oscuridad. Odiaba el sol. Odiaba el día. Porque gracias a ellos ahora NUNCA podría acercarse a aquella princesa, no sólo era un monstruo, también era de alquitrán. El alquitrán oscurece.. termina manchandolo todo.
Le pareció oir algo y volvió la vista. Unos cuantos metros atrás estaba la princesa. Estaba a punto de huir despavorido cuando ella grito:
- "No te vayas! ¿Si me ves de noche porque huyes de mí cuando es de día?"
- "Huyo para no espantarte, para poder seguir viendote aunque sea a la distancia" - dijo él completamente avergonzado de su voz que se le antojó ronca y gruesa.
- "No me espantas, ven a la luz, a causa de los árboles apenas si puedo verte"
- "¿Cómo habria de no espantarte con mi horrible voz..? Te advierto que viene a juego con todo lo que hay en mí." - sentenció seguro de que esas palabras eran suficientes para que ella se diera vuelta y no volviera la vista atrás mientras se marchaba.
- "Cómo habrías de espantarme con tu voz? Amo su tono, antes sólo había escuchado voces antipáticas e hipócritas, es la primera vez que oigo una voz sincera. Por favor, acercate, te lo ruego."
Ante las palabras "te lo ruego" el monstruo no pudo oponer ya resistencia, como hechizadas sus piernas comenzaron a desplazarlo. Cuando se había acercado lo suficiente pudo ver que el vestido de la princesa estaba cubierto de manchas negras. Y eso fue suficiente para salir del trance, se ocultó tras el tronco de un árbol.
- "Esas manchas.."
- "Mientras te seguía camino aquí tropecé y caí en tu pequeño rastro.. me preguntaba porque no habías venido más.. sabes? pasó mucho tiempo desde la otra vez que viniste.. la verdad se me ocurrio que pudieras vivir en este bosque, pero me daba miedo venir sóla y ahora que te vi me dije que no debía dudar más y te seguí."
- "Como? Cómo me viste en la oscuridad de la noche?"
- "Sería imposible no verte, tus ojos verdes son como faros en medio de la noche."
- "Que es el verde?" - preguntó el monstruo, que nunca había escuchado ni por nombre ninguno de los colores que pueblan el mundo.
- "El verde es el mismo color que tienen aquellas hojas del arbol tras el que te escondes, para mí luego de haber visto esos ojos.. es el color de la vida."
- "Mis ojos tienen ese color?"- preguntó sin poder creerselo el monstruo.
- "Tan cierto como que mi vestido es blanco."
- "Pero tu vestido era blanco, yo lo manché" - dijo asomando un ojo.
- "Eso no tiene importancia, es ropa nada más, o es que acaso venias a verme sólo por su blancura?" - preguntó con temor ella.
- "No. El vestido me ayudó a encontrarte en medio de la oscuridad, pero fue tu voz la que me impulsó a volver a verte después de transcurrido tanto tiempo.. y tus ojos, aunque los haya podido ver por solo un momento, son lo que me impulsa ahora mismo a asomar uno de mis ojos."
- "Pues entonces entederás que el verde de tus ojos me permitió verte en la oscuridad, pero fue el rastro de alquitrán lo que me permitió seguirte hasta aqui en medio del día."
El monstruo salió de su escondite y se puso frente a ella, a quien le llevaba como dos cabezas de altura.
- "Como te llamas?"
- "Nunca fui llamado de otra forma que no fuera monstruo de alquitrán desde que puedo recordar.."
- "Entonces te daré mi nombre y lo compartiremos"
- "Por que?"
- "Porque de ahora en adelante me será imposible pensar en mi nombre sin pensar en ti, con o sin nombre. Porque de ahora en adelante no quiero imaginarme a mi sin imaginarte a ti."
Y alquitrán o no alquitrán, se abrazaron.